Las Sagradas Escrituras dan fe de un Monte Alto, en cuya cúspide se asienta la Ciudad Celestial, vista y atestiguada por los profetas y por los apóstoles.
El Dios bendito, sobre una Piedra de Cimiento Estable, fundó esa fortaleza, y sobre él están edificados los siervos de Dios, siendo testigos del crecimiento del Edificio.
Ese Monte y la Ciudad son celestiales.
Si alguno se precia de morar en ellos, es porque ha nacido de agua y del Espíritu.
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